martes, 30 de diciembre de 2008

Si das un salto alto las estrellas se te pueden meter en el pelo.Si una estrella se cae en tus manos, la amasas hasta reducirla, la pones en la heladera y después te la comes hecha hielo. Pero no sucede seguido. A veces no sucede ni siquiera una sola vez en la vida.
Eso no quiere decir que no esperes que pase.
Pasan tantas cosas que parecen tan raras.
Por ejemplo: querer a alguien como yo he querido, y que un buen día ya no esté.
Y que nadie se da cuenta que la muerte no se lleva solamente a los muertos.
Y que a nadie le importe.
Y que a mí, de pronto, no me importe que a nadie le importe.
Porque aprendí una cosa: aunque bla bla bla bla... aunque todos bla bla bla bla, no es cierto: en el mundo ya no quedan seres que quieran así.
Pasa una vez.
Ráfaga.
Con alguien como él.
Con alguien como yo.
Estatua de sal.
Estatua de llanto cristalizado.
Estatua desolada, arrodillada, trágica.
Estatua de una mujer sin nombre que no quiso marcharse, que quería quedarse, que jamás se hubiera ido.¡Ay!