domingo, 15 de noviembre de 2009

Me sentía horrible: quería sentir su piel, su cuerpo, pero no quería tener sexo. Necesitaba estar al lado suyo, abrazarlo, quizás hasta verlo dormir; pero tener sexo no era compatible con lo que sentía en ese momento. Me pregunto que pasaba y le dije que tenía miedo de perderlo. “Gorda, nunca me vas a perder. Nunca”.
No volví a verlo.